Dar alma flamenca a la Celestina, dar al flamenco carne de Tragicomedia, descubrir gozosamente que la vieja alcahueta y el arte del cante y el duende compartían ya destino, heces y tálamo. Que eran matrimonio en el arte desde siempre. Que las letras del bachiller Rojas zapatean y dan palmas tras cada sentencia, que, entre meditación y diálogo, gritan y cantan un «quejío», un «arsa», un «toma», una seguiriya, un fandango, un jaleo…
El flamenco es arte desnudo, «sonido negro», camino expedito hacia la muerte, choque de nuestras pasiones y pecados capitales con la marmórea realidad. ¿Y qué es La Celestina sino precisamente esto? ¡Cómo danzan todos poseídos! Calixto y Melibea por la lujuria dulce. Celestina por la sabrosa avaricia. Areusa y Elicia por la envidia. Sempronio y Pármeno por la ira final… ¡Venga a las tablas esta Tragicomedia de braceo, floreo y cante! ¡Esta Celestina de duende y cinco pecados capitales!